Diferencia entre orientación sexual e identidad de género

Por: Luis Palos

Dos de las principales realidades dentro de la comunidad se enmarcan en los conceptos de orientación sexual e identidad de género. Aunque muchas veces se confunden o se agrupan bajo la misma etiqueta, hablan de aspectos muy distintos de quienes somos. Comprenderlos es clave para avanzar hacia una sociedad más justa, libre y empática.

¿Qué es la identidad de género?

La identidad de género es la vivencia interna y profunda que cada persona tiene sobre su propio género. Es la manera en la que nos sentimos: como hombres, mujeres, una mezcla de ambos o incluso fuera de ese binomio. Es algo íntimo, que no siempre está relacionado con nuestro cuerpo, ni con el sexo que se nos asignó al nacer. Una persona trans, por ejemplo, es aquella cuya identidad de género no coincide con el sexo asignado al nacer. Una persona no binaria puede no identificarse completamente ni como hombre ni como mujer. Y todas estas experiencias son válidas, reales, y merecen respeto.

Es importante entender esto, ya que algunas consignas como “Love is love” no entienden que lo que buscamos las personas LGBTQ+ no es sólo el derecho a amar libremente, sino a que se respete nuestra identidad. 

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¿Qué es la orientación sexual?

La orientación sexual, por otro lado, es la atracción emocional, romántica o sexual que sentimos hacia otras personas (no sólo la romántica, como enmarca el “love is love”). Puede estar dirigida hacia un género en particular (como en el caso de la heterosexualidad o la homosexualidad), hacia varios (como la bisexualidad o pansexualidad) o incluso no sentirse atraído por nadie (asexualidad). La orientación sexual, entonces, no tiene que ver con quiénes somos, sino con quiénes nos atraen. 

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Diferencias y conexiones

La diferencia clave es esta: la identidad de género tiene que ver con quién soy, mientras que la orientación sexual se relaciona con a quién amo, deseo o si no siento atracción. Una persona puede ser, por ejemplo, una mujer trans lesbiana, es decir, identificarse como mujer y sentirse atraída por mujeres. O un hombre cisgénero puede ser bisexual. Hay infinitas combinaciones, porque hay infinitas formas de ser y desear.

Ambos conceptos, aunque distintos, se conectan en algo profundo: nos invitan a repensar lo que damos por sentado, a aceptar que no todo es blanco o negro, masculino o femenino, gay o heterosexual. Y que vivir en libertad implica poder nombrarse desde lo que uno es y no desde lo que se espera que seamos.

Comprender la identidad de género y la orientación sexual no es solo cuestión de información: es una forma de empatía activa. Es reconocer que todas las personas merecen vivir con autenticidad, sin miedo ni vergüenza. Nombrar, visibilizar y entender estos conceptos es parte de construir un mundo donde la diversidad no sólo se tolere, sino que se celebre. Porque al final, en esa variedad de vivencias, se encuentra la riqueza de nuestra humanidad.